Símbolo de una era, sus preceptos sirvieron como guía a varias generaciones; “La bajadita” fue un sello del scrum del SIC, que ganó prestigio en el mundo; falleció a los 42 años en un accidente de avión
9 de agosto de 202300:01
PARA LA NACION
Carlos “Veco” Villegas murió en un accidente de avión el 12 de junio de 1988. De aquella mañana, helada en todo sentido, transcurrieron ya 35 años, casi el doble de los que Veco ejerció como entrenador. Sin embargo, aún hoy, en cada charla de rugby, en cada recuerdo, Veco está presente a partir de la obra que dejó, de su legado. Es esa magnífica herencia que aportan los elegidos. Como lo definió su compañero de aquellos años, Emilio Perasso: “Veco es de esas personas que aparecen una vez cada tanto”. Porque Villegas fue mucho más que un entrenador de rugby. Fue un maestro. Alguien necesario en otros tiempos y que lo sería –sobre todo– en estos. “¿Qué diría el Veco?”, se sigue escuchando cuando aparece un conflicto, una situación nueva o un cambio de era.
Marcelo Loffreda, capitán del SIC y de los Pumas, de los que luego fue entrenador, es uno de sus tantos discípulos. El Tano escribió: “Hay unas palabras que me quedaron grabadas y se hicieron carne no sólo en mí, sino en todas las personas que tuvieron la oportunidad de compartir años, meses, días e incluso horas con el Veco: ‘El rugby no es un fin en sí mismo sino un medio: un medio para disfrutar, un medio para educar y educarse, y un medio para relacionarse’. Eso decía el Veco para el rugby y así era también como lo vivía. Porque, entre un sinnúmero de virtudes, era consecuente con lo que pensaba, decía y actuaba”.
Carlos Villegas nació el 9 de febrero de 1946 en Corrientes. Se recibió de ingeniero industrial en 1974. Con Maricha Fernández Vidal, que murió con él en el accidente, formaron una familia con cuatro hijos: Mercedes, Joaquín, Santiago y Francisco. Su club de origen fue Liceo Militar, donde tuvo como entrenador y maestro a Francisco “Catamarca” Ocampo. Jugaba de pilar y con Liceo fue capitán y campeón de la Tercera en 1969. Ese año se retiró y empezó a entrenar.
En 1969, “Catamarca” Ocampo llegó para dirigir al SIC. Para las prácticas de scrum llevaba al pack de Liceo. Como recordó alguna vez Adrián Anthony, uno de los jugadores que después recomendaron la llegada de Veco al SIC, “en esos entrenamientos nos llevaban con rueditas para atrás”. Ocampo murió a mediados de 1970 y no pudo ver su gran obra: SIC salió campeón al fin de la temporada y, al mismo tiempo, empezó a establecer una era insuperable en el juego, con el empuje coordinado en el scrum como su sello distintivo.
En 1971, el equipo quedó en manos de Horacio De Martini y del Gringo Perasso. El primero tuvo que dejar por cuestiones laborales y los jugadores más experimentados –Arturo Rodríguez Jurado, Julio Otaola, Coco Rocha y el mismo Anthony, entre otros– decidieron que Villegas se sume a la conducción. “Prácticamente no lo conocía a Veco porque cuando venía a los entrenamientos con Liceo yo jugaba en la Intermedia. Éramos muy jóvenes los dos”, me cuenta Perasso, quien desde ese momento estableció una relación de amistad que se trasladó más allá del rugby: “Hasta el día que se murió hablábamos todos los días por teléfono”.
Villegas siguió entrenando a Liceo Militar mientras lo hacía con el SIC. Hasta que en 1974 él y Perasso fueron designados para entrenar a los Pumas. El nombramiento estuvo a cargo de un hombre del CASI, el Francés Merelle, que presidía la comisión de selección de la UAR. El SIC venía de salir campeón en 1970, 1971, 1972 y 1973. En el 71 llegó a tener 19 jugadores que vistieron en algún momento la camiseta de los Pumas.
Para los dos tests de 1974 con Francia, en Ferro, Villegas y Perasso tomaron una decisión asombrosa para cualquier época: en el XV titular incluyeron a 8 jugadores del SIC. Entre los 7 que no lo eran, José Javier Fernández y Alejandro Travaglini habían participado de giras por Europa y Sudáfrica con el SIC. Los Pumas jugaron muy bien ambos partidos y en el segundo estuvieron cerca de ganarlo. Fueron dos grandes batallas de rugby. Pero en la dirigencia y en algunos clubes no fue bien visto la determinación de armar un equipo en base al San Isidro Club. La técnica en el scrum conocida como “la bajadita” también era resistida. Por lo cual a fin de año, cuando asumió una nueva conducción en la UAR, se eligieron nuevos entrenadores, retomando el grupo de los Pumas del 65.
“Para nosotros fue un honor que nos hayan llamado para dirigir al seleccionado. Quizás hayamos cometido algún error producto de la juventud: yo tenía 34 años y Veco, 30. Pero fuimos sumamente conscientes de lo que hacíamos y estuvimos convencidos de que era la mejor opción para el equipo”.
El eslabón galés
En 1972, el SIC realizó una gira por Europa que incluyó un paso por Gales. Era el momento de gloria del rugby de ese país. Los galeses quedaron impresionados por los conocimientos de Villegas. “Les rompió la cabeza”, como señaló uno de los integrantes de aquella excursión. En ese momento fue donde trabó relación con Ray Williams, quien en esa época fue designado por la Unión de su país como el primer Director de coaching profesional en el mundo.
Cuando en 1976, Carlos Contepomi, como presidente de la comisión de selección de la UAR, designó a Perasso y a Villegas para que vuelvan a entrenar al seleccionado, ese vínculo con Williams se extendió. Aquella gira por Europa, que incluyó el mítico partido con Gales en Cardiff, significó un reconocimiento mundial para los Pumas y para Villegas, por cómo se preparó al equipo para ese partido ante Gareth Edwards y su ballet.
De aquel encuentro, Jorge Yankee Braceras, hooker ante la lesión de José Constante, siempre recordó cómo Villegas les inculcó a los jugadores la importancia del himno. “Veco fue un verdadero adelantado en conceptos hoy vigentes, como la organización y planificación estratégica del juego y, como le gustaba decir, en la fervorosa actitud al cantar el himno previo a un test-match. También –agregó Braceras– fue un hombre generoso para compartir su pasión y conocimientos más allá de cualquier distinción de personas, clubes y niveles”.
En 1980, el SIC logró un enorme triunfo ante Cardiff Rugby Club, base de aquel seleccionado que dominó toda esa era. Tras ese encuentro, la Unión de Gales celebró su centenario con la organización de la primera Conferencia Internacional para Entrenadores y Referees. El único invitado argentino y uno de los pocos extranjeros fue Villegas. Así lo recordó Ryan Williams en un artículo que se publicó en el blog periodismo-rugby a través de una gestión de Francisco Contepomi: “Carlos dio una fascinante mirada interior en la mecánica del scrum, en forma teórica y con prácticas en el campo, demostrando que el entrenador necesita mucho más que un sensato conocimiento del juego. El entrenador necesita ser un pensador, un motivador y un organizador. Carlos Villegas tenía todas esas cualidades y, lo más importante, estaba preparado para compartirlas con otros. Fue un verdadero Hombre de Rugby”.
El don de escuchar es una cualidad que resaltan todos los que lo conocieron. “Podía estar con alguien que le hablaba del scrum y él lo escuchaba, cuando otro ni siquiera se sentaría”, recuerda Alfredo “Bambi” Soares Gache, una de sus principales líderes en el juego en el SIC. “El me enseñó que yo, como medio scrum, tenía que comprender y leer el juego como si estuviese leyendo al entrenador. Escuchaba y disfrutaba cuando las cosas salían como las había planificado”.
Durante sus años como entrenador, Villegas colaboró con infinidad de clubes, equipos y seleccionados. Escribió decenas de artículos que todavía son guía para el rugby argentino; brindó charlas y conferencias allá donde lo llamaron. Recorrió el país y el exterior misionando el rugby, su gran pasión. Un ejemplo concreto, inusual para todas las épocas, fue cuando en 1987 asistió a CUBA en el scrum la semana previa de un partido ¡ante el SIC! CUBA terminó ganando en la Zanja 32-0. En los Pumas tuvo una colaboración directa y decisiva cuando lo invitó Rodolfo O’Reilly, con quien edificó una gran amistad, “pese a que eran como el agua y el aceite”, se ríe Perasso.
Hombre de Rugby
Villegas era, sobre todo, un gran cultor del tercer tiempo. Refiriendo al francés Rene Crabos, Veco definía al rugby en tres tiempos: “El primero es el que los jugadores le dedican al juego en la semana; el segundo, es el partido en sí mismo y el tercero es el más importante de todos, porque es el tiempo del reencuentro con los oponentes y el árbitro luego de la ‘batalla’. Es el tiempo del agradecimiento mutuo por haberse ayudado a disfrutar el juego”.
Veco definía al rugby como un deporte para relacionarse, educar y educarse, y disfrutar. Como “una actividad que va más allá que la de jugar en sí”. Y sobre el scrum: “Buscamos realmente la enseñanza de la acción en equipo, la enseñanza de que ninguno puede aflojar porque perjudica el trabajo de los demás”. El SIC le hizo el último gran regalo en vida cuando en 1987 le empató a los Wallabies con un try de scrum.
La noche anterior a viajar a Misiones, el matrimonio Villegas compartió una larga cena con Carlos Contepomi y su mujer. Veco Villegas, cuyos hijos eran chiquitos, le mencionó a Pomi que “nos gustaría que cuando fuesen grandes mis hijos se parecieran a los suyos (Contepomi)”, que ya eran mayores. Luego del trágico accidente, años más tarde los Contepomi sumaron a los cuatro Villegas a su familia.
Veco discutía, pero nunca descalificaba. Era el respeto en persona. Ordenado. De las risas, pero no provocadas por él. Hay una imagen que lo refleja tal cual era: después de cada partido, se lo veía siempre sentado en el medio del bar, en el comienzo del tercer tiempo, dialogando con alguien, más que nada escuchándolo. Parecía ser el espacio de mayor disfrute.
“¿Qué diría hoy Veco de cómo está el juego. Creo que lo de siempre, porque la esencia del juego no cambió. Ahora, qué diría del profesionalismo no te lo puedo asegurar, ya que Veco era ultra amateur”, sintetiza Perasso.
El domingo 12 de junio de 1988, Veco abordó un avión junto a su esposa Maricha. Iba a Misiones a colaborar con el combinado de Provincias Argentinas que se iba a enfrentar con la poderosa Francia. Horas antes, el matrimonio Villegas compartió una larga cena con Carlos Contepomi y su mujer. Pizza de por medio, recuerda hoy el querido Pomi, Villegas, cuyos hijos eran chiquitos, le mencionó que les gustaría que cuando fuesen grandes sus hijos se parecieran a los Contepomi, ya mayores. A la mañana del domingo, Pomi volvía de jugar al golf y en la puerta de su casa lo esperaba Pancho, uno de sus hijos, para darle la noticia del trágico accidente. Años más tarde, los Contepomi sumaron a los cuatro Villegas a su familia.
La tarde del sábado 11 de junio, Veco y su mujer estuvieron en Vélez para ver el partido entre Buenos Aires y Francia. Luego de un tremendo 82-0 en contra, Soares Gache, que era el capitán, volvió golpeado al vestuario. Allí estaban su padre y Veco. Como el Bambi no podía salir de la amargura que le había causado el partido, Veco lo consoló con estas palabras: “Hay que hacerse problemas sólo por las cosas que pasan y no tienen revancha”. Unas horas después, la vida no le dio revancha a Carlos “Veco” Villegas, pero su legado será eterno.