El juego de rugby es un deporte de equipo por excelencia. En él aprendemos a sentirnos parte de un todo y luchar duro por el interés común. La necesidad de grupo, el beneficio del equipo.
Para esto uno acepta actuar en función de los demás y siente más placer en dar que recibir.
Esta es la esencia misma del espíritu de nuestro juego. Pero muchas veces el sentido de equipo se extiende a los amigos, parientes y allegados del club que acompañan a los quince jugadores que salen a la cancha.
Aquí es donde este grupo de gente (los «supporters» según los británicos, la «hinchada» según los argentinos), tienen la gran oportunidad de sentirse parte del equipo participando de manera beneficiosa para el mismo y para lodo el juego.
Y esta manera no es otra que la de alentar al equipo, a darlo todo en la cancha por los colores del club.
Cualquier otra forma de participación de la »hinchada» suele ser negativa para el equipo, para el club y para el rugby.
Así por ejemplo, NO debemos reclamar de nuestros jugadores acciones para el deleite del público, puesto que el rugby no es un espectáculo, sino un juego amateur formativo para el que lo practica.
De la misma manera, SI debemos guardar el máximo respeto a los jugadores y simpatizantes del club oponente y por sobre todo, hacia el referee del partido pues concurre a la cancha con el único fin de colaborar para que el juego tenga lugar sin recibir retribución alguna por ello, como ocurre en otros deportes.
Podrá haber distintas maneras de canalizar el aliento al equipo, pero con seguridad no hay que desvirtuar esta sana participación ofendiendo al adversario y, mucho menos, al referee.
Que si algo está bien claro es que sin adversario y sin referee no podemos jugar al rugby y, por ello, debemos estar siempre agradecidos a ellos por la oportunidad que nos brindan de disfrutar de nuestro querido juego.
Carlos Veco Villegas